Papas criollas colombianas para combatir el hambre

Papas criollas colombianas para combatir el hambre
Junio 24, 2016

En las montañas de Nariño y Cundinamarca 600 labriegos cultivan tres nuevas variedades de papas amarillas, ‘criollas’, que tras una extensa investigación científica realizada en los últimos años fueron mejoradas para combatir la desnutrición en el país.

Científicos de la Universidad Nacional de Colombia, y la McGill, de Canadá, empezaron en el 2012 un proyecto para mejorar la calidad de uno de los alimentos más tradicionales en los platos de las familias colombianas. El objetivo: fortalecer las cualidades nutritivas de las papas criollas y aumentar los ingresos de las comunidades campesinas que derivan su sustento de cultivarlas.

El proyecto ha sido financiado Fondo canadiense de investigación internacional en seguridad alimentaria (CIFSRF), y es liderado desde Colombia por la profesora de ciencias agrarias Teresa Mosquera Vásquez, bióloga experta en mejoramiento de plantas y de alimentos de la Universidad Nacional.

Mosquera explicó que en la investigación participaron 40 investigadores de las dos universidades, expertos ciencias agrarias, ciencias humanas y medicina. No realizaron alteraciones genéticas en las papas, sino un riguroso proceso de mejoramiento en el que cruzaron variedades de plantas de papas amarillas que crecen en ambientes naturales, con las variedades comerciales que tradicionalmente se han cultivado.

Con las nuevas plantas los científicos hicieron una especie de “concurso”, con pruebas en laboratorios y observando el crecimiento de las nuevas plantas de papas en distintos puntos del país, para ver cuáles eran las más fuertes y cuáles mostraban los mayores valores nutricionales.

En medio de este proceso de selección y para ponerlas a prueba las plantas se llevaron a los campos de La Unión, en el departamento de Antioquia, donde los cultivos suelen ser duramente afectados, cosecha tras cosecha, por una enfermedad conocida como ‘la gota’. Las que más resistieron se sembraron en Nariño para evaluar su rendimiento y los campesinos locales se unieron a los investigadores para evaluar cuáles eran las mejores.

Luis Alberto Asa, un labriego de 52 años que ha trabajado en los campos del municipio de Guachucal desde que era un niño, contó que mientras los científicos les enseñaban de modernas técnicas de siembra, ellos les compartían los conocimientos que aprendieron de sus ancestros para que la buena fortuna acompañe sus cultivos.

“Acá tradicionalmente se hacen tres siembras al año: en enero, agosto y octubre. Siempre se siembra tres días después de una luna nueva, hasta el día 7”, contó el hombre.

Tras haber visto cómo crecían las plantas por meses terminaron eligiendo tres tipos, las de mejores atributos, y fueron bautizadas como “dorada”, “ocarina” y “sua pa”.

Los cultivos de estas nuevas variedades de papas criollas empezaron hace dos años en Guachucal y otros cuatro pueblos de Nariño. En diciembre pasado se hicieron nuevas siembras en Cundinamarca.

Hasta ahora la papa “dorada” ha mostrado niveles de producción significativamente mayores que las criollas tradicionales. También posee una resistencia tres veces mayor a la temible “gota”, y contiene 9.7 gramos de proteína por cada 100 gramos, mientras que la tradicional solo tiene 4 gramos. La “Dorada”, además, tiene mayores cantidades de hierro y zinc y las otras dos variedades, “ocarina” y “sua pa” también superan a las tradicionales en rendimiento y cualidades nutritivas.

“Esta una manera de luchar contra el hambre y la desnutrición, porque son resistentes a la principal enfermedad de la papa, porque producen más y entonces los costos de producción son menores. Lo que nosotros esperamos es que esos mejores ingresos que reciban los agricultores los inviertan en sus familias, en comprar otros productos que no sean papa, en tener una mejor calidad de vida”, aseguró Mosquera.

Para estar seguros de lo que decían las pruebas en laboratorio, en Nariño los investigadores realizaron un estudio con 250 niños menores de cinco años que fueron alimentados durante cuatro meses reemplazando la papa tradicional por las nuevas variedades en tres raciones a la semana, y al final, el 10 por ciento de los niños del estudio mejoró su situación nutricional.

“Tienen mejor sabor, se sienten más ricas, uno a veces comienza con ganas de comerse dos papitas y termina comiendo muchas más”, dice Asa, el labriego, que en sus siembras de las nuevas papas terminó sacando 52 toneladas por hectárea, mientras que antes, con las siembras de papas criollas tradicionales, solo llegaba a las 45 toneladas, como máximo, en una muy buena cosecha.

Los científicos creen que en los próximos tres años se alcanzarán a sembrar 4.000 hectáreas para producir, al menos, unas 100.000 toneladas de las nuevas papas criollas.

Mosquera tiene la esperanza de que los jóvenes campesinos de las regiones donde se siembran vean a través de estos cultivos que quedarse en el campo es una ventaja. “Que no hay que abandonarlo, que hay que cultivarlo, amarlo y conocerlo. Que vean que el campo tiene futuro”, dijo.

ALBERTO MARIO SUÁREZ D.
Redactor de EL TIEMPO

A la directora del proyecto, Teresa Mosquera Vásquez, se le puede escribir a tmosquerav@gmail.com; la web se encuentra disponible en https://www.seguridadalimentarianarino.unal.edu.co/

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