Se estima que en Estados Unidos el 10% de los niños que aún no van al colegio tienen un exceso de peso considerado peligroso, las tasas de obesidad en los colegios se ha triplicado a lo largo de las tres últimas décadas, y el 31% de los adultos entran en la categoría de obesos (al menos 13 Kg. de sobrepeso).
Ciertamente la industria de la comida rápida, con sus menús tradicionalmente hipocalóricos y omnipresentes anuncios, tiene parte de culpa. Otros señalan a los padres, que han delegado su responsabilidad de ofrecer alimentos nutricionales y saludables;a las escuelas, que han fracasado a la hora de proporcionar alternativas alimenticias saludables o promocionar el ejercicio físico;y a los productores de cereales y zumos, que añaden azúcares a sus productos, dirigidos a los consumidores más jóvenes. También se señalan otros culpables: el gobierno –que publica guías para una buena dieta pero aún no ha hecho nada para limitar los anuncios de comida basura para los niños-, y los poderosos grupos de presión de productores de azúcar y refrescos.
Con la obesidad ocupando las páginas centrales, ¿cuál debería ser la respuesta de las empresas que fabrican, venden y/o hacen publicidad de alimentos con alto contenido calórico y graso? ¿Deberían cambiar sus estrategias de marketing? ¿Están obligadas a promocionar productos más sanos y reducir e incluso hacer desaparecer los menos sanos, a pesar de las demandas de los consumidores? ¿Quién es responsable de lo que come la gente?