Las mujeres son las más afectadas por el cambio climático

Las mujeres son las más afectadas por el cambio climático
四月 24, 2018

En el valle boliviano de Cochabamba se encuentra el pueblo de Tiraque. Una de las docenas de comunidades campesinas indígenas de esta fértil región, se encuentra a una altitud de 3.300 metros. Allí, las familias viven de lo que pueden cultivar, tal y como lo han hecho durante generaciones. Tradicionalmente ha consistido en el cultivo de patata. Sin embargo, los cambios en los patrones climáticos obligan a adaptarse y pensar más allá. Especialmente a las mujeres.

Las consecuencias del cambio climático no se distribuyen de forma equitativa. La población pobre se ve más expuesta que la rica. Asimismo, las mujeres son más vulnerables, ya que son las responsables de la producción y preparación de alimentos. Esto es especialmente visible en las zonas rurales, donde la obtención de un nivel de vida sostenible depende directamente de la producción agrícola.

Teresa Hosse es representante de la Plataforma Boliviana contra el Cambio Climático. Según Hosse, la composición única de tierras altas (Altiplano), valles y Amazonas hacen que el país sea particularmente frágil a las consecuencias del calentamiento global.

Juanita Terrazas, de 23 años, recuerda la época en la que hacía "tanto frío que sólo crecían patatas”. Carga un recipiente de plástico con herbicidas ecológicos en la espalda, con el cual rocía las coliflores que ha estado cultivando durante los últimos tres años.

"El sol se está acercando, así que hace mucho más calor que antes, y eso trae nuevas plagas a nuestros campos”, dice en referencia a las pequeñas arañas rojas y pulgones que causan estragos. Las mujeres de Tiraque son muy conscientes de cómo está cambiando el clima. La temperatura media está aumentando, la estación de lluvias se ha acortado de cuatro a dos meses, las comunidades están sufriendo sequías, y el clima es menos predecible, lo que trae consigo más fenómenos extremos como inundaciones y granizadas.

Las explicaciones para estos patrones climáticos cambiantes son muy diversas. Según una mujer, la Pachamama, o Madre Tierra, se ha cansado de producir. Otra cree que el sol, que atraviesa el agujero de la capa de ozono, es tan fuerte que evapora la lluvia antes de que pueda golpear la tierra. Otras mujeres responsabilizan a los automóviles, al asfalto y a las fábricas a las afueras de Bolivia.

Como ya no es posible producir la misma cantidad y calidad de patatas que antes, las campesinas necesitan trabajar en otros cultivos como el de cebollas y frijoles. Afortunadamente, todavía hay agua disponible en los pozos de las montañas con canales de irrigación, que fueron cavados a mano, o ensamblados a partir de tuberías de plástico, que conducen a sus campos.

Aunque aprender acerca de la diversificación de los alimentos tiene la ventaja de dar a las mujeres la oportunidad de cultivar, vender y comer una gama más amplia de verduras, la vecina de Juanita, Nicola Montaña asegura que la decisión no la tomaron libremente. Más bien, se vieron obligadas a tomar medidas, ahora que sus patatas ya no crecen al ritmo esperado.

"Vamos aprendiendo por ensayo y error. Y es mucho más trabajoso porque tenemos que sembrar todas las cebollas a mano y no con la ayuda de los toros”, como en el caso de las patatas. "Tengo 64 años, y me duele la espalda”, lamenta.

El Instituto Boliviano para el Empoderamiento de las Comunidades Campesinas (INCCA) está enseñando a las comunidades rurales a utilizar fertilizantes ecológicos para ayudar en la lucha contra el cambio climático y asegurar un rendimiento sostenible.

La ganadería es también una característica de la vida en el valle de Cochabamba. Las vacas proporcionan leche, las gallinas ponen huevos y las ovejas son mantenidas por su lana. Ocasionalmente se sacrifica un animal para que la familia tenga carne para comer o vender. Las mujeres son, una vez más, las que cuidan de los animales, y también es su papel sacrificarlos y venderlos.

La nieta de Primavera Besara está de pie con un ternero que compró en un pueblo vecino. "Le daremos de comer el trébol de nuestros campos”, cuenta Primavera. "En medio año, durante la estación seca, venderé la vaca por seis veces su precio”. La joven describe al animal como su "inversión personal”.

Trinidad Cossío también tiene una vaca. La recibió cuando se convirtió en miembro de la Confederación de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias de Bolivia "Bartolina Sisa”, que es la principal organización sindical de mujeres campesinas del país.

"Si alguna vez me entregan un becerro, tengo que donarlo a otra Bartolina, para que todas se beneficien”, explica.

Las mujeres que participan en el sindicato tienen mayor independencia económica gracias a la financiación destinada a mejorar su situación, y están más organizadas.

Trinidad se convirtió en Bartolina hace unos ocho años. Su principal razón para hacerlo fue porque escuchó que había fondos disponibles. Pero también se sintió motivada por el deseo de hablar en público, de aprender a tomar decisiones y de valorar las voces de otras mujeres.

En los roles tradicionales de género, los hombres eran los responsables de proporcionar un ingreso mientras que las mujeres cuidaban de los niños. Hoy en día, las mujeres también dirigen sus propios negocios, como las chicherías, donde elaboran y venden chicha, una bebida alcohólica elaborada a partir de maíz fermentado. Otras, ganan un ingreso adicional sacrificando pollos y vendiéndolos en el mercado local semanal.

Teresa Hosse, de la Plataforma Boliviana contra el Cambio Climático, afirma que las mujeres son las más afectadas por el cambio climático. "Los hombres emigran a las ciudades por otros trabajos, mientras que las mujeres nos quedamos con la doble carga de cuidar a nuestros hijos, los campos y el ganado”, cuenta.

Bajo el mandato del presidente boliviano Evo Morales, se han tomado varias medidas para lograr una mayor igualdad de género, entre ellas la aprobación de una ley en 2005 que exige que al menos haya un 50 por ciento de representación femenina en los gobiernos locales.

Pero también se ha puesto más dinero a disposición de organizaciones y proyectos como el programa de capacitación en liderazgo del INCAA, para capacitar a las mujeres a tomar sus propias decisiones y ser más independientes de los hombres.

INCCA también dirige un programa educativo de género en las comunidades alrededor de la aldea de Tiraque. La concejala municipal, Miriam Cossío, afirma que INCCA le ha enseñado lo valiosa que es su voz y cómo discutir sus opiniones con los hombres. "No son sólo las mujeres las que tienen que cambiar”, aclara, "los hombres también están aprendiendo a respetarnos y a escucharnos. La mentalidad de las comunidades está cambiando lentamente”.

Puede que sea un proceso difícil, pero Juanita, que recuerda los campos de patatas de años anteriores, dice que la vida en la comunidad ha evolucionado. "Nos estamos volviendo más independientes y estamos en un proceso de empoderamiento. El cambio climático nos hace más fuertes”, concluye.

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