Un jardín de tubérculos para siempre

Un jardín de tubérculos para siempre
October 14, 2016

Más de 13.000 muestras de patatas y batatas cultivadas y silvestres y tubérculos andinos —como la oca, olluco, arracacha y yacón— viven in vitro en el banco de germoplasma más grande del mundo, en el Centro Internacional de la Papa (CIP), a poco más de una hora del centro de Lima. Unas 100 personas entre científicos y técnicos trabajan para que el clima cada vez más cambiante afecte lo menos posible la biodiversidad global.

David Ellis, director del banco de germoplasma, explica que cuentan con unas 4.500 accesiones (muestras) de patatas cultivadas y domesticadas en Los Andes y otras 2.361 de patatas silvestres, que comprenden unas 140 variedades. "Las silvestres son importantes porque contienen los genes extremos que han ido soportando el cambio climático a unos 4.500 metros de altitud o en áreas salinas", describe este doctor en Botánica. "Dichos genes extremos no están presentes en las cultivadas, pero toma mucho tiempo pasar un gen de las silvestres a las cultivadas manteniendo sin alteraciones decenas de otros miles de genes". Ellis lo cuantifica en unos 15 años de trabajo.

La colección del Centro Internacional de la Papa debe abarcar el 80% de todas las variedades existentes de ese tubérculo, que se conservan vivas en forma de plántula en pequeños tubos de vidrio. Los especialistas del banco de germoplasma se dedican a propagar los tallos con nudos y una yema y sembrarlos en una especie de gel con nutrientes llamado medio de cultivo o sustrato. Tras un periodo de entre 14 y 24 meses, las plántulas empiezan a envejecer y los técnicos vuelven a sembrar a diario otras nuevas en tubos lavados, esterilizados y reciclados. “De un nudo nace la planta y del otro, la raíz”, explica en la sala de propagación Ana Panta, la responsable del banco de germoplasma.

A partir de la década de los 90, el banco también empezó a trabajar con batata —o camote— y poseen 4.895 muestras: 2.200 de material mejorado y 67 especies distribuidas en 1.092 accesiones o muestras. Las últimas en llegar han sido las 2.031 muestras de tubérculos y raíces andinas.

El CIP es uno de los 15 miembros del Consorcio Internacional de Centros de Investigación Agrícola (CGIAR, por sus siglas en inglés) y su misión, según Ellis “es mantener para la humanidad, y para siempre, la colección de plantas y tubérculos en fideicomiso por un acuerdo con la FAO [la organización de la ONU para la alimentación y la agricultura]”.

“No es un museo, trabajamos para que las muestras sean usadas por quienes las necesitan. Cuando los agricultores vienen nos dicen, por ejemplo, que recuerdan que sus padres sembraban una patata de tales y tales características, entonces nuestros curadores o expertos les enseñan nuestros registros en el herbario o los tubérculos parecidos a su descripción, y se llevan unas 100 variedades, porque hasta que las siembran no sabemos cuáles van a resultar bien”, añade el director del banco.

El equipo del CIP tiene listas unas 4.000 carpetas en el herbario: en una primera página está pegada cada planta con su flor, ambas secas y seguidas de una descripción. Todas las accesiones que llegan a algún área del banco de germoplasma tienen un código de barras y el personal utiliza tabletas con conexión a la red. Las anotaciones con lápiz y papel prácticamente se han terminado.

Ellis espera que el inventario total del CIP esté disponible en línea en un par de años. "Buscaremos alguna manera de colocar la información con imágenes de buena resolución pero poco peso, porque la mayoría de nuestros usuarios son campesinos pobres, con dificultades de conexión a internet". El director del establecimiento señala que para solicitar los tubérculos para su siembra, los agricultores deben enviar una carta firmada por las autoridades de la comunidad o municipalidad a la que pertenece su jurisdicción, o ser representados por una ONG que haga de intermediaria.

“A los agricultores les entregamos tubérculos; y si entregamos plántulas o semilla botánica les damos una capacitación”, agrega mientras saca unas 20 patatas enmalladas de la cámara fría, el lugar donde se guardan a menos 4 grados los tubérculos para la siembra. El banco entrega los tubérculos de manera gratuita si los interesados los recogen en el CIP o les cobra los costos del envío. El mecanismo se basa en la Convención de la Diversidad Biológica firmada durante la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en 1992.

Tecnología para el largo plazo

La idea de que el banco de germoplasma trabaja para la perpetuidad, se vislumbra en varios aspectos. Cada plántula tiene que estar limpia de patógenos o virus y, por ello, en la etiqueta de cada uno de los miles de tubos del CIP se indica uno de estos tres estados: Health Status 0 (HS0) cuando se desconoce si tienen patógenos, HS1 cuando ya ha pasado por alguna terapia, y HS2, de color verde cuando ya está limpia y lista para ser entregada a los usuarios. “De estas últimas decimos que tienen pasaporte, porque están listas para irse a cualquier lugar”, apunta Panta, para quien esta colección es como un inmenso jardín y, el banco en su conjunto una guardería y un hospital de plantas.

Teniendo en cuenta que Lima se encuentra en el Cinturón de Fuego del Pacífico, un área propensa a los terremotos, el CIP tiene un "espejo" de la colección en Huancayo (Junín, en Los Andes centrales) y otro en Embrapa (Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria, siglas en portugués de la entidad pública que lo gestiona). Panta muestra un grupo de tubos que viajarán en octubre a Brasil para completar la colección, que fue remitida por partes desde el año pasado.

El banco de germoplasma también tiene un par de áreas de trabajo para la criopreservación con nitrógeno líquido, que recuerda a las películas de ciencia-ficción: el criobanco y las cámaras de tanques de nitrógeno guardan decenas de tubos con plántulas a una temperatura que va entre -184ºC y -196ºC, en las que pueden mantenerse por décadas. Los técnicos se encargan de medir los niveles de nitrógeno y vigilar la temperatura correcta de los tanques.

De acuerdo con el segundo reporte de la FAO sobre el estado de los recursos fitogenéticos para la agricultura, el banco ubicado en Lima es uno de los 130 bancos genéticos en el mundo que contienen más de 10.000 accesiones (muestras), de un total de 1.700 de esos acervos ex situ, es decir, de las especies extraídas de su lugar de origen. Hay bancos de este tipo en todos los continentes, aunque África tiene una cantidad proporcionalmente menor.

Ellis destaca el papel del centro para preservar la seguridad alimentaria. “La globalización está generando más enfermedades, el clima sigue cambiando drásticamente y nuestro trabajo es conservar la biodiversidad". El experto cree que por el camino que vamos no seremos capaces de producir globalmente suficiente alimento para todos debido a problemas de distribución y de comida desperdiciada. "Es un problema de muchas facetas, pero el factor más grave es el cambio climático: Hay más sequías, más calor en algunas zonas del mundo, por eso necesitamos cada elemento de nuestra caja de herramientas", sostiene el botánico.

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